jueves, 10 de febrero de 2011

26 de julio de 1582: Batalla de las Islas Terceras


Cuando uno es un simple aficionado a la historia como el que suscribe estas líneas, es posible que le asalte una duda, que es cuestionarse cómo España, de la que sólo recordamos derrotas, pudo conquistar y mantener un imperio ultramarino tan vasto durante casi cuatro siglos. Apabullados por los relatos de las correrías de piratas y almirantes ingleses, franceses, holandeses, derrotas de las dunas, Gravelinas, Cabo Passaro, Rande, San Vicente, Trafalgar... se diría que en lo que a guerra naval se refiere, siempre era mejor estar en el bando opuesto al español.

Sin embargo, como es lógico pensar, no siempre fue así. A lo largo de esos siglos el imperio de los Austrias y posteriormente el reino borbónico contó con excelentes marinos que obtuvieron grandes resultados, muchas veces con carencias de medios debidas a un excesivo continentalismo, bastante anacrónico y extraño en un imperio eminentemente oceánico.

Hoy nos acercamos a una de las victorias que jalonan, casi inadvertidamente, esa historia. Tras la crisis sucesoria vivida por Portugal por la muerte sin herederos del rey Sebastián I en 1578 y de su sucesor Enrique I a principios de 1580, el rey español Felipe II hizo valer sus derechos sucesorios e incorporó Portugal a sus dominios. Sin embargo entre los otros aspirantes al trono resultó especialmente persistente D. Antonio, Prior de Crato. Derrotado en Portugal por las tropas del Duque de Alba, el Prior de Crato establece un gobierno en el exilio en las islas del grupo noroccidental de las Azores, en concreto en la Isla Terceira. Allí recibe ayuda bajo cuerda de las monarquías francesa e inglesa, que pese a conservar unas aparentes buenas relaciones con Felipe II, aprovechan cualquier oportunidad para perjudicar los intereses de la potencia del momento.

Las azores, por su posición estratégica de escala en las rutas hacia y desde América es un bocado muy apetecible como apostadero de fuerzas que quisieran acosar a las flotas de indias tanto para franceses como para ingleses. Por la misma razón Felipe II no puede dejarlas a un lado. Aparte de ello, el Prior de Crato pacta bajo cuerda con el rey de Francia, Enrique III, aconsejado por su madre, Catalina de Médicis, que si apoya sus pretensiones cederá Brasil a Francia, donde ya se habían instalado algunos hugonotes. Ya una intervención francesa había evitado que las fuerzas leales a Felipe II en las islas tomaran los reductos rebeldes ya en 1580.

Una primera expedición se envía contra la isla Terceira en 1581, al mando de Galcerán de Fenoilet, precedido por la escuadra de Galicia bajo el mando de Pedro de Valdés, que debía limpiar de piratas las aguas del archipiélago a la espera del cuerpo de desembarco, ya que se habían recibido noticias de que Isabel I Tudor de inglaterra ha decidido que los buques que se aprestaban bajo el mando de Drake para incursionar en el Caribe se unieran a los buques franceses que se estaban aprestando para ayudar al Prior de Crato.

Valdés cumplió con su misión, pero después decidió no esperar a Fenoilet y desembarcó un contingente que tras éxitos iniciales fue derrotado y masacrado. Solicitó ayuda de las flotas de indias que recalaron en el archipiélago pero le fue denegada, ya que estas debían proteger los caudales que transportaban. Volvería a España donde sería juzgado por desobediencia. Fenoilet y su escuadra llegaron demasiado avanzada la estación y regresaron también a España. Así el problema se enquistaba dando un año más a los rebeldes y sus apoyos para fortalecer su posición.

El año 1582 se abre con el aprestamiento de dos grandes escuadras. Por un lado Catalina de Medicis y Enrique III planean tomar el resto de las Azores, Cabo Verde y después reforzar las guarniciones en Brasil a la espera de la cesión pactada. Al mando de la expedición, para salvar la cara, y pese a que el capital, los buques y los marinos son todos del rey de Francia, se coloca al general italiano Strozzi. Asimismo los libros de asiento de los buques no reflejan las órdenes reales. A esta escuadra se sumarán como se ha dicho varios buques ingleses.

El plan francés se ve alterado por las noticias de que Felipe II apresta una gran escuadra para someter el archipiélago, de 60 naos gruesas, multitud de naves ligeras y 80 barcas planas para el transporte de 11.000 soldados bajo el mando de Lope de Figueroa. La flota se pondrá bajo el mando del mejor marino de la época: Don Álvaro de Bazán, Capitán General de las Galeras de España. Antes de que esta poderosa armada se pueda adelantar, Strozzi apresta 64 naos gruesas en Belle Isle, junto con 6.000 hombres de tropa, y zarpa hacia las Azores, donde el 16 de julio atacan la isla de San Miguel, en poder de los leales a Felipe II. Esto provoca a su vez que Álvaro de Bazán zarpe con su escuadra parcialmente aprestada, dejando atrás una buena parte de la misma, con el galeón de 1.200 toneladas San Martín, junto con 27 naos y urcas y cinco pataches, junto con 5.500 soldados.

Tras diversas vicisitudes, entre el 22 de julio y el 25, se producen varios combates esporádicos, en los que Strozzi pierde una nao de gran porte y Bazán dos urcas por abordarse entre ellas por la noche. El 26 de julio de 1582 encuentra a ambas escuadras cercanas, Strozzi a barlovento y Bazán con rumbo norte remolcando con el galeón San Martín una nao que ha perdido el palo mayor por la noche. Por tanto, en situación apurada, mientras cubre la retaguardia el otro galeón del rey, el San Mateo, de 600 toneladas. Strozzi decide atacar a este navío con su vanguardia. Sus buques son sin embargo mucho más ligeros, y pese a abordar al San Mateo por ambos costados mientras otros dos buques lo baten de enfilada por proa y popa, éste descarga toda su artillería a corta distancia provocando muchas bajas entre los atacantes defendiéndose después con uñas y dientes. Esta enconada defensa detiene el ataque francés y permite a Bazán con el resto de la escuadra alejarse para posteriormente virar y atacar la retaguardia de la escuadra de Strozzi, que pone en fuga, lanzándose a continuación contra el cuerpo principal y almiranta de flota, todavía enzarzada con el San Mateo. Tras un combate cerrado y brutal, con múltiples abordajes y descargas cerradas de artillería, el lugarteniente francés Brissac huye con sus naves y la almirana de Strozzi, Saint Jean-Baptiste, es abordada por el San Martín y la nao Catalina y obligada a rendirse, lo que pone en desbandada al resto de la flota.

Los franceses pierden entre 1.200 y 1.500 hombres y 10 buques. Casi 400 gentilhombres y soldados capturados son ejecutados por orden del rey como piratas (como nominalmente no eran soldados al servicio de su rey, la coartada urdida por Enrique III se volvió contra ellos). Esto no ayudó precisamente a contrarrestar la leyenda negra de Felipe II, pero hay que recordar que estaba muy fresca en la memoria la matanza de más de 500 soldados, mujeres y niños españoles, italianos e irlandeses por Lord Grey Wilton en irlanda, pese a haberse rendido bajo promesa de serles respetadas sus vidas. Una época dura, sin duda. Bazán perdió en la batalla 224 muertos y más de 500 heridos.

El reducto de la isla Terceira no caería hasta el año siguiente, ya que un temporal obligó a Bazán a volver a la península, pero la victoria obtenida determinó que el equilibrio de fuerzas cayera del lado hispano, viendo los posibles apoyos de D. Antonio que su causa estaba perdida, con lo que finalmente las azores se incorporaron como punto fundamental de aguada y apoyo a las flotas de indias. Una gran victoria obtenida en inferioridad numérica, por el simple arrojo y diligencia de los marinos y soldados al mando de Álvaro de Bazán.

Y es que no siempre las victorias iban a caer del mismo lado...

Fuentes: Wikipedia, todoababor.
Pintura: The Spanish ship San Mateo at the battle of las azores, Tony Bryan.