miércoles, 22 de agosto de 2012

6 de agosto de 1943: Batalla del Golfo de Vella

Una de las grandes sorpresas de la segunda guerra mundial, que pasa desapercibida desde el punto de vista actual, fue en su día el nivel técnico y profesional que había alcanzado la marina imperial japonesa. Esto se debió en buena medida a un absurdo sentimiento de superioridad de las potencias occidentales sobre un imperio que estimaban atrasado y sumido en un semifeudalismo. En este sentido, la derrota aplastante de la flota rusa a manos de la japonesa en la guerra de 1904-1905, que ya hemos tocado tangencialmente en este blog y sobre la que volveremos, debiera haber convencido al mundo de que Japón tenía una sólida y moderna doctrina naval.

Sin embargo, lo cierto es que antes de Pearl Harbor se consideraba que si bien Japón tenía una flota considerable, ésta podía ser contrarrestada por la flota del pacífico estadounidense sin problemas. Sin embargo en los primeros meses de la guerra, se mostró como un instrumento de guerra afinadísimo e hiperentrenado y motivado, arrasando todo a su paso. Este instrumento se basaba en varios campos pioneros. Uno, el más conocido, era su fuerza de portaaviones y sus correspondientes fuerzas aeronavales, muy superiores en doctrina y táctica a sus homólogas. Otro pilar, del que nos ocupamos hoy, era una fuerza moderna de destructores y cruceros equipados con torpedos de largo alcance, los denominados "Long Lance" o type 93, considerado el mejor torpedo de su tiempo. Los destructores japoneses desarrollaron una depurada técnica de combate nocturno con torpedos que les reportó numerosas victorias. Sólo la introducción del radar y de tácticas adecuadas por parte de los estadounidenses pudo equilibrar la balanza, tras una serie de calamitosas derrotas.

Pues bien, la efeméride que nos ocupa hoy fue la primera ocasión en la que los estadounidenses pudieron plantear una batalla a la marina imperial japonesa en su campo, es decir, un combate nocturno entre flotillas de destructores al torpedo y cañón, y ganarla claramente. Esta aseveración, sin embargo, como veremos, no refleja la realidad pura y dura, ya que la flotilla japonesa no iba en patrulla de combate, sino en misión de transporte, y fue objeto de una bien planificada emboscada. Sin embargo, ello no obsta al hecho de que la U.S. Navy fue capaz de organizar y ejecutar una operación nocturna de destructores casi perfecta utilizando tácticas ajenas con el inestimable añadido del radar.

Ya nos hemos ocupado con anterioridad del llamado "Tokio Express", las flotillas de destructores empleadas para abastecer a las tropas japonesas en las Salomón desde Rabaul. Estos buques, en rápidas operaciones nocturnas, eran muy difíciles de interceptar, pero también era cuestión de tiempo que al fin la trampa se cerrase sobre ellos. A finales de julio y principios de agosto de 1943, el Tokio Express" había realizado tres "correrías" exitosas, pero las cosas empezaban a complicarse. En el último de esos transportes, del 1 de agosto, 15 lanchas torpederas PT habían intentado sin éxito emboscar a la flotilla japonesa, resultando una de ellas, la PT 109, hundida al ser embestida por el destructor Amagiri, como ya reflejamos en su día. Ante las urgentes necesidades de la guarnición de la isla de Kolombangara, el alto mando Japonés ordenó otra operación repitiendo la misma ruta por cuarta vez para llevar 950 hombres y suministros a la isla, pese a las reticencias del oficial al mando de la flotilla. 

De esta forma, en la noche del 6 de agosto de 1943, los destructores Hagikaze, Arashi, Shigure y Kawakaze (éste último sustituía al Amagiri, dañado por el abordaje a la PT 109), partieron hacia Kolombangara. Contrariamente a las ocasiones anteriores, en las que uno de los destructores actuaba como piquete de descubierta sin transportar tropas, esta vez todos iban cargados. Por lo tanto, ninguno de los destructores actuaba como buque de combate puro, y encima se repetía la ruta de las tres últimas ocasiones. Fue la receta para el desastre. 

No hubiese sido así si la U.S. Navy hubiese mantenido su nivel de ineficiencia demostrado en la anterior salida, pero esta vez, para variar, la empresa de interceptar al express se asignó a una fuerza pura de destructores. El alto mando americano no confiaba en absoluto en este sistema, pero la falta de una fuerza de cruceros disponible dejaba ésta como única opción. De esta forma, los destructores USS Dunlap, Craven, Maury, Lang, Sterett y Stark, al mando del capitán Frederick Moosbrugger, se dirigieron al golfo de Vella divididos en dos grupos. Uno tenía la misión de atacar con torpedos y el otro de cruzar la línea tras el ataque y cañonear al enemigo. Para no delatar su posición en espera con el radar encendido, Moosbrugger ordenó que no se abriese fuego de cañón hasta que los torpedos estuviesen alcanzando su objetivo. Se afinaron las espoletas y la profundidad de recorrido de los torpedos, equipados con una nueva cabeza explosiva. Los tubos lanzatorpedos fueron cubiertos con paneles para que no se produjesen flashes delatores al dispararlos. Nada se dejó al azar. Cuando se recibió el parte de un avión de reconocimiento avistando la flotilla japonesa, los dos grupos tomaron posiciones entre el rumbo previsto del enemigo y tierra firme, enmascarando su posición contra el horizonte en una noche sin luna, y esperaron. 

A las 23:33 horas se produjo el primer contacto radar, que se tradujo claramente en 4 marcas. Todos los buques fueron avisados. La flotilla se desplegó y a las 23:41 Moosbrugger ordenó abrir fuego. 24 torpedos entraron en el agua en un lanzamiento de libro. A las 23:43 un vigía del Shigure da la alarma, pero ya es tarde. Este destructor, con las calderas en mal estado, se había rezagado en la formación, y eso contribuyo a salvarlo. a las 23:45 una serie de fogonazos anunciaron que 7 de los torpedos habían encontrado su blanco. El Shigure también fue alcanzado, pero era su día de suerte. El torpedo no explotó, perforando limpiamente la hoja del timón. El destructor japonés lanzó casi a ciegas una contrasalva de torpedos y se retiró. Los otros tres buques ardían como teas, mientras atraían el fuego de cañón del segundo grupo estadounidense.

Los destructores de Moosbrugger se acercaron a intentar socorrer a los soldados y marineros japoneses que se debatían en el agua, pero éstos rehusaron ser rescatados, lo que se tradujo en la muerte de más de 1.000 hombres, la mayor parte ahogados. Casi trescientos alcanzaron la costa a nado y se incorporaron a la defensa de la isla, sólo para ser evacuados al poco tiempo.

De modo que, finalmente, los estadonidenses habían cazado al Tokio Express. No sería sin embargo el último coletazo del "Long Lance". Pero eso, una vez más, será otra historia...

Fuentes: Wikipedia, Destroyer History Foundation.

lunes, 6 de agosto de 2012

5 de agosto de 1936: El denominado "convoy de la victoria" rompe el bloqueo del estrecho de Gibraltar

Procurando siempre en la medida de lo posible ceñirnos a los hechos, hoy nos toca reflejar una efeméride relacionada con un episodio muy doloroso de la historia ya no tan reciente de España. Es indudable que ello puede implicar herir ciertas sensibilidades, pero una mirada desapasionada a hechos históricos nunca perjudica a nadie, y obviarlos resultaría a nuestro modo de ver un desagravio para los protagonistas, de uno y otro bando.

Tras la sublevación del 18 de julio de 1936 de un grupo de generales contra la Segunda República de España, se produce una situación harto confusa mientras determinadas zonas y unidades militares se sublevan o se mantienen leales a la república. No ayuda a la confusión el que la primera medida que toma el gobierno de la república sea la disolución de las fuerzas armadas. En un maremágnum de suspicacias, recelos y caos, resulta evidente que las principales fuerzas con que cuentan los mandos sublevados, y las de mejor calidad, se encuentran en el norte de África. De hecho es la zona de dominio indiscutible de los sublevados y principal base de la rebelión. Sin embargo ello plantea un problema importante, que es el aislamiento de esas fuerzas de la península y de los centros de poder. En un ambiente de lealtades cambiantes, la principal baza de un bando sublevado que todavía adolece de falta de organización es conseguir llevar esa fuerza a territorio peninsular. Esta misma atomización y descoordinación de uno y otro bando llevará a que la rebelión no sea sofocada ni triunfe totalmente, dejando un escenario de bandos diferenciados que llevará a una cruenta guerra civil y una no menos cruenta posguerra.

Pues bien, de entre los mandos sublevados resulta ser el General Francisco Franco, que todavía no ostenta el mando supremo, el que impulsa el proyecto de llevar el ejército de África a la península por cualquier medio.Y por cualquier medio entendemos la creación con medios muy limitados de un puente aéreo, hito que no nos ocupa en esta efeméride, así como el transporte por mar de una buena parte del ejército de África, de manera que pueda contar con un núcleo de tropas leales y entrenadas en la península, y contribuyendo de esta forma a decantar la balanza del lado de la sublevación en Andalucía antes de que el gobierno republicano reaccione.

En contra de esta necesidad perentoria se hallaba el hecho de que la armada había permanecido en su mayor parte leal al gobierno. La especial relación entre mandos y tropa que se da en el marco de la tripulación de un buque y la cierta situación de aislamiento de los mismos dió lugar a que muchas de las unidades permaneciesen en poder de la república pese a que sus mandos tuviesen intención de sumarse al alzamiento. Ello dio lugar a una serie de amotinamientos, de detenciones de mandos y un verdadero caos en las bases y buques en el que tampoco nos detendremos. En conclusión, las principales unidades de la flota en la zona permanecieron fieles a la república, aunque el caos imperante así como la detención de muchos mandos superiores restaron efectividad y operatividad a estos buques. 

De esta forma, las fuerzas gubernamentales en la zona contaban con el acorazado Jaime I, los cruceros Cervantes y Libertad, los destructores Sánchez Baizcartegui, Almirante Ferrándiz, Jose Luis Díez, Churruca, Lepanto, Alcalá Galiano y Lazaga, así como cinco submarinos costeros. De estas unidades, las plenamente operativas con las salvedades ya apuntadas eran los destructores, que de hecho se estaban turnando en vigilancia del estrecho precisamente para evitar el cruce del mismo por parte de las tropas sublevadas. Esto no debe llevarnos a engaño, ya que uno solo de estos destructores, sobre todo de la clase Churruca, unidades modernas para la época, de diseño similar a las clases de destructores oceánicos de la Royal Navy británica, resultaba superior al conjunto de las unidades que los sublevados ponían oponer en la zona. 

Estas eran el cañonero Eduardo Dato, el guardacostas de escaso valor militar Uad Kert, y el antiguo torpedero T 19. La desproporción de fuerzas era notoria por lo tanto, y la operación lo fiaba todo a conseguir sorprender al enemigo y a la escasa distancia de la travesía, de manera que si los navíos gubernamentales no conseguían cerrar rápidamente sobre el convoy, este pudiera alcanzar Algeciras. Se aprestaron para en transporte los mercantes Ciudad de Algeciras, Ciudad de Ceuta, y los remolcadores Arango y Benot. Pese a todos los consejos en contra, se toma la decisión de embarcar a 1.600 regulares, seis cañones de 105 mm, dos ambulancias y pertrechos en los buques en la noche del 4 al 5 de agosto de 1936. Simultáneamente se alistan como apoyo aéreo todos los aviones presentes en ese momento, que son dos viejos hidros Dornier Wal, seis Breguet 19, dos cazas Nieuport, tres fokker F VII civiles y tres Savoia SM 79 italianos, únicos aviones modernos del grupo.

Al amanecer del 5 de agosto de 1936, despegan varios aviones para explorar el estrecho. Localizan al destructor Lepanto, que es atacado y alcanzado por una bomba, siendo obligado a refugiarse en Gibraltar. El resto de unidades detectadas se encuentran demasiado lejos para intervenir, por lo que se da la orden de que salga el convoy. Lo hará a las 16:30 sin orden de marcha, es decir, cada uno a la máxima velocidad posible sin guardar posiciones. Esto hace que los buques más lentos queden rápidamente rezagados, y la mala mar hace que el remolcador Benot deba dar media vuelta. Este desorden hace que el escolta más rápido, el Dato, deba recorrer la línea una y otra vez.

Es entonces cuando aparece al oeste del convoy el destructor Alcalá Galiano, que rápidamente pone proa al convoy y abre fuego con su bateria de proa de 120 mm. El Dato rompe entonces la línea y aproa al destructor, abriendo fuego con su batería de 101,6 mm al límite de su alcance efectivo. Desde las baterías de costa de Ceuta también disparan contra el destructor. Éste varía el rumbo para pasar por la popa del último buque del convoy, mientras centra en sus andanadas al cañonero, que venía de vuelta encontrada, y que vira a estribor para descentrarse y situarse en un rumbo paralelo mientras protege la retaguardia del convoy. Es el momento crítico, en el que se suman como pueden el Uad Kert con su única pieza de 76 mm y el T19 con sus dos cañones de 47 mm. En esos momentos ya está el convoy entrando en la bahia de Algeciras. El Dato alcanza en ese momento con algún disparo al destructor, y hacen su aparición los dos hidros Wal que atacan lanzando hasta 18 bombas ligeras. Acosado por mar y aire, el destructor rompe el contacto ya casi a la altura de Punta Europa, y se aleja. 

El Eduardo Dato fue el último buque en amarrar, cuando aparece entrando en la bahía la silueta de un destructor. Se abrió fuego contra el mismo, cayendo las andanadas bastante cercanas a su proa mientras el cañonero se hallaba todavía amarrado a puerto. Sin embargo resultó ser el destructor británico HMS Basilisk, muy similar a la clase Churruca a la que pertenecía el Alcalá Galiano.

1.600 hombres del ejército de África, contra todo pronóstico, se hallaban en tierra peninsular. Se abría el telón para la tragedia.

Fuentes: blog.todoavante.es, foros gran capitán, wikipedia.