miércoles, 21 de octubre de 2015

18 de agosto de 1944. El submarino USS Rasher torpedea y hunde el portaaviones japonés Taiyo

En esta singladura que en la que llevamos ya un tiempo embarcados, hemos podido comprobar en nuestra búsqueda de historias relacionadas con una fecha concreta que así como hay fechas en las que los acontecimientos navales con relevancia histórica se acumulan, dando lugar a la eterna duda sobre cual de ellas incluir en la entrada, hay otras fechas en las que la búsqueda se resiente y parece que la historia naval ha querido esquivar ese día en concreto a lo largo de la historia, o que los acontecimientos que localizamos no tienen la importancia necesaria, a nuestro criterio, como para dedicarle una entrada al lado del descubrimiento de América o el naufragio del Titanic

Eso me pasó durante tiempo con esta entrada, hasta que finalmente me decidí por un acontecimiento de corte algo menor de lo acostumbrado, pero que permite tocar un tema interesante desde el punto de vista naval, como es la paulatina introducción de los portaaviones en la guerra naval hasta alcanzar la preeminencia que tienen hoy en día.  Así, nos detenemos hoy en el hundimiento, por parte de un submarino estadounidense, del portaaviones de la armada imperial japonesa Taiyo

El Taiyo, como muchos de sus congéneres japoneses, no nació como portaaviones, sino como transatlántico, bajo el nombre de Katsuga Maru. este fenómeno, es decir, la adaptación de buques existentes para convertirlos en portaaviones, fue un hecho muy común en los años previos a la segunda guerra mundial y se agudizó con el desarrollo del conflicto. Esto se debió esencialmente a las dudas que se le plantearon a los diferentes estrategas navales de cara a dotar de preeminencia a un tipo de buque nuevo y a un nuevo modelo de guerra naval, íntimamente asociado con un arma relativamente nueva como era el uso del avión en combate, algo que ahora tomamos por descontado pero que en los años 30 y 40 del siglo pasado era una verdadera revolución todavía en pañales. A los distintos estados mayores navales de las potencias de entonces, les costó en buena medida deshacerse del concepto de gran batalla naval entre buques capitales, por entonces los acorazados, estrategia con siglos de antigüedad y que se basaba en el choque entre líneas de grandes buques lo más artillados y protegidos posible. De hecho los acorazados seguían usando el concepto de "navío de línea" derivado de los grandes enfrentamientos navales de los siglos XVII, XVIII y XIX.

Sin embargo, un nuevo concepto se iba introduciendo con desigual intensidad en las diferentes armadas, y era la utilización de las posibilidades que brindaban los nuevos aviones en cuanto a reconocimiento, exploración y, a medida que los aviones fueron mejorando sus capacidades, de ataque a distancias antes desconocidas. De esta manera, durante los años 20 y 30 se da una progresiva entrada en servicio de buques destinados a este rol, en principio adaptados de cascos de otra clase de buques. 

Una de las naciones que antes vio el potencial de esta nueva arma y doctrina fue Japón. Con área de expansión territorial enorme, y por su carácter insular, Japón pese a ser una nación relativamente nueva en el contexto internacional, se dotó desde el principio de una armada de gran potencia y un cuerpo de oficiales y mandos de élite dinámicos y competentes que abrazaron el nuevo concepto que además les permitía mejorar sus capacidades dentro de las limitaciones que para el tonelaje de buques de guerra impuso el tratado naval de Washington. De esta forma, en 1940 la flota imperial japonesa alineaba 10 portaaviones, casi todos ellos de gran tamaño, adaptaciones de cascos de acorazados o cruceros de batalla. Para hacernos una idea, en enero del 1940 la Royal Navy británica, que llevaba 3 meses ya en guerra, sólo alineaba 5 portaaviones de flota, todos ellos adaptados de cruceros de batalla fuera de servicio. Y los EE.UU. otros 5, aunque estos diseñados como tales, y de mayor capacidad y prestaciones que sus congéneres japoneses. 

El estallido y desarrollo de la segunda guerra mundial, sin embargo, evidenció enseguida que los portaaviones se habían convertido en el buque principal de una flota, desplazando de ese papel a los acorazados, y todas las potencias participantes se apresuraron a poner en grada el mayor número de portaaviones y a adaptar otros buques para su uso como tales.

Japón no fue una excepción. Y el estallido de la guerra en el pacífico en diciembre de 1941, con las consecuentes pérdidas en combate y la necesidad de intentar mantener una potente flota frente a la enorme capacidad industrial estadounidense, hizo que la armada imperial buscase dotarse de forma rápida de mayor número de buques de cubierta plana. Así, se escogieron tres buques de pasajeros y se modificaron para su uso como portaaviones ligeros. Uno de ellos, todavía en construcción, se convertiría en el Taiyo. Con mucha menor capacidad que los grandes buques de su clase, sucesivas reformas lo llevaron a embarcar 27 aviones, si bien con ciertas limitaciones dado que en principio no se le instaló sistema alguno de de cables de frenado ni catapultas para las operaciones aéreas. Tampoco tenía la usual "isla" que asociamos con cualquier portaaviones.

El uso principal de estos portaaviones ligeros sería en principio el entrenamiento y el transporte de aviones a las distintas guarniciones japonesas del Pacífico y el Índico, dado que su escasa velocidad máxima les impedía operar junto con el resto de la flota. Durante el transcurso de estas misiones, el Taiyo fue atacado en repetidas ocasiones por submarinos estadounidenses. Así, entre su entrada en servicio en septiembre de 1941 y septiembre de 1943 fue torpedeado en tres ocasiones, volviendo al servicio activo las tres veces. No tuvo tanta suerte el buque de su misma clase IJN Chuyo, torpedeado y hundido por un submarino en diciembre de 1943.



En 1944, la situación de Japón se había vuelto acuciante. Por un lado la racha de derrotas sufridas desde la batalla de Midway por la armada imperial japonesa y por otra el ataque implacable de los submarinos estadounidenses a la navegación mercante estaban contribuyendo a estrangular el esfuerzo de guerra y condenando a la población al hambre. En este último aspecto, los japoneses demostraron una menor capacidad que sus enemigos para organizar y escoltar los convoyes de mercantes de los que dependía Japón para importar materias primas del inmenso imperio que había conquistado en los primeros seis meses de guerra. La flota mercante nipona, que no era especialmente numerosa, sufrió pérdidas devastadoras a manos de los cada vez más numerosos submarinos.

Esto hizo que se tomase la decisión de destinar al Taiyo y al otro portaaviones ligero de su misma clase que quedaba, el Unyo, a labores de escolta y protección de convoyes, para lo que fueron incluso dotados de lanzadores de cargas de profundidad, algo inusitado en un portaaviones.

No sirvió de mucho. El Taiyo fue torpedeado por cuarta vez en su carrera el 18 de agosto de 1944 por el submarino USS Rasher cuando escoltaba a un convoy que se dirigía a Manila, a la altura del cabo Bolinao, Luzón. Los depósitos de combustible de aviación estallaron y el buque se fue a pique en sólo 26 minutos. Menos de 100 tripulantes de los 727 que embarcaba sobrevivieron.

En el momento del hundimiento del Taiyo, el portaaviones había ganado definitivamente la partida, convirtiéndose por derecho propio en el navío insignia y fundamental de cualquier flota, capaz de desplegar un poder destructivo mucho mayor que el acorazado a distancias enormes. Las batallas navales se libraban en ocasiones entre flotas distantes que no llegaban nunca a verse, y mucho menos dispararse al cañón. Hubo grandes combates entre acorazados, desde luego, pero cada vez menos, y el poder aéreo aplicado a la guerra naval había llegado para quedarse. Los posteriores portaaviones serían ya todos diseñados como tales y destinados al principal lugar en las flotas de combate.

Fuentes: Wikipedia, historyofwar.org, navsource.org; Jane's fighting ships 1941.